martes, 23 de septiembre de 2014

Con mente abierta, solidaridad y principios claros, entre todos lo haremos posible

En el siglo XXI luego del  proceso desbastador, tanto en lo político, como en lo moral,  que atravesó nuestro país en los últimos treinta años y que dejó sus efectos, con historia y con presente, la violencia social, no casualmente,  se ha naturalizado; ya no nos sorprende. Todos los días, los medios de comunicación informan y deforman sobre hechos de distintos niveles de gravedad.
Ha llegado el momento de no esperar más, en lugar de poner el acento en la seguridad, ponerlo en la impunidad. Derribando el mito que la violencia es producto de la pobreza. Debemos buscar las causas sociales profundas que nos atraviesan a cada uno de nosotros y por ende a la escuela y a la sociedad toda. Ya que estas causas irrumpen en nuestras aulas y en nuestras vidas de un modo particular.
Sin duda la violencia es generada por dos causas, por un lado, el resentimiento por desigualdades de oportunidades y promesas incumplidas, y por el otro la falta de horizonte claro de futuro.
Intentando redefinir el papel de educar, decimos, que el rol docente no acaba en didácticas y pedagogías al servicio del aprendizaje de contenidos socialmente relevantes, sino también, en propiciar construcción de ciudadanía, a través de interacciones que se concreten en hechos
Pensando desde este lugar de escuela pública e inclusiva, muchas veces escuchamos utilizar conceptos provenientes en otra lengua, que consideramos reduccionistas por definir en una díada hostigador-hostigado. Sin considerar que  hay otros componentes que aparecen y se ponen fuertemente en juego como lo son los factores políticos, sociales y culturales.
Quedarnos sin poner en palabras otros síntomas que nos interpelan a diario como el consumo de sustancias, la pornografía que circula en los celulares, y en otros soportes tecnológicos, las redes sociales, donde muchas veces comienzan, las rivalidades y son luego plasmadas en el escenario escolar, las autoagresiones, etc.
Sin duda, estos y otros temas nos confrontan a diario a las  familias y a la escuela. Los adultos, debemos afrontar e intervenir en dinámicas disfuncionales  las cuales debemos atender no sólo desde lo institucional. Aunque muchas veces exceden nuestro quehacer y nos obligan a recurrir a otros organismos estatales.
Seguiremos buscando maneras, modos, superadores de transformación de la realidad y de resolución de conflictos. Nos llevará esfuerzo pero serán las que verdaderamente servirán para un mejor bienestar para esta y las venideras generaciones.
Por eso, una vez más, como comunidad educativa  debemos estar, con ojos bien abiertos y oídos bien atentos, trabajando juntos para que se haga realidad y no quede sólo en deseo,  la efectividad de los derechos  que asisten a nuestras juventudes. Sólo con mente abierta, solidaridad y principios claros, entre todos lo haremos posible.

Dirección Unidad Académica 
Psi. Silvia González Capra

Lic. Gustavo E. Goldini